lunes, 30 de septiembre de 2013

«No es más inteligente el que más nota saca»

Educación / FAMILIA

«No es más inteligente el que más nota saca»

La teoría de las ocho inteligencias de Howard Gardner vuelve a irrumpir con fuerza en el mundo educativo

«No es más inteligente el que más nota saca»
«Durante muchos años se ha creído que el niño que mejor sumaba y restaba o el que más nota sacaba de la clase era el más inteligente. Nadie preguntaba si ese niño sabía cantar, o cómo se relacionaba con los demás. En los últimos años, esto ha cambiado. Ahora se sabe que debemos educar para resolver los problemas que nos encontremos en la vida, no para destacar en el colegio», asegura Esperanza García Ruíz, coordinadora pedagógica de las escuelas infantiles Alaria, y asesora de la juguetería Imaginarium.
El responsable de este radical giro en la educación, recuerda esta experta, es el psicólogo norteamericano Howard Gardner, Príncipe de Asturias en la categoría de Ciencias Sociales por su teoría de las ocho inteligencias: la lingüística, la lógico-matemática, la visual-espacial (dibujar, interpretar un mapa), la musical, la corporal (danza, deportes), la intrapersonal (conocimiento de uno mismo), la interpersonal (conocimiento de los demás) y la naturalista (observación y clasificación de las cosas).
Este concepto, dado a conocer por este laureado profesor de Harvard allá por los años ochenta, está ahora más en boga que nunca. De hecho su tesis, además de reconocer al máximo nivel capacidades que antes eran menospreciadas frente a las habilidades académicas tradicionales, ha obligado a muchos pedagogos a intentar replantear el sistema educativo. «Aunque en las primeras etapas todos tenemos que aprender lo mismo, no todos lo hacemos de la misma forma, ni en el mismo momento. Cada uno tiene sus tiempos, y es importante respetarlos», aclara esta experta.

Desde el hogar

Las familias también tienen mucho que decir de esto. «Es importante que los padres sepan que ninguna inteligencia es más que la otra. Todas son igual de importantes», remarca Esperanza García Ruiz. Eso sí, prosigue, «es fundamental que los padres sepan detectar cuanto antes en qué destacan, qué es lo que más les gusta a sus hijos, o aquello que les resulta más fácil aprender. Y ojo, porque muchos deben hacer un gran esfuerzo por ser realistas y separar entre lo que a ellos les gustaría que fuera el niño y lo que este de verdad es. Como dice Gardner, es crucial no proyectar en ellos sus prioridades, pasiones ni debilidades». «También deben conocer aquello que más les cuesta, para darles apoyo en esa área», añade.
¿Cómo? «Ofreciéndoles estímulos de todo tipo para que jueguen, manipulen, se muevan... Los niños aprenden jugando. Pero igual de importante es saber ilusionar a los más pequeños en el aprendizaje». Además, concluye García Ruiz, «los padres se pueden llevar más de una sorpresa. La inteligencia no es estática y, por fortuna, el ser humano está aprendiendo durante toda su vida».

domingo, 29 de septiembre de 2013

Lectura: eje vertebrador de la competencia lectora

  • Lectura: eje vertebrador de la competencia lectora

    La formación de los escolares en materia de lengua acostumbra a organizarse en los siguientes bloques: lectura y comprensión, gramática, ortografía y expresión escrita. En ocasiones se complementa con vocabulario y literatura, aunque esta última tiene escasa presencia en la educación primaria y la justa en secundaria.

    Generalmente, los libros de texto siguen esta misma estructura, empezando por la lectura de un texto, seguida de ejercicios de comprensión del mismo. A continuación gramática, un nuevo tipo de palabra y ejercicios. Después la ortografía que introduce una norma ortográfica y plantea más ejercicios de aplicación. Y, finalmente, un par de páginas dedicadas a la expresión escrita. Los centros educativos que prefieren trabajar con materiales propios, por lo general, tienden a replicar esta misma estructura, influenciados por la educación que en su día recibieron esos maestros y por la organización clásica de las clases de lengua.

    Sin embargo, la competencia lingüística requiere simple y esencialmente una buena capacidad para comunicarse. Un alumno con una buena competencia lingüística es capaz de comunicarse con un buen nivel de expresión oral y escrita y es capaz de leer y comprender textos de distinta tipología, todo ello con un uso adecuado de la lengua desde el punto de vista normativo y estructural. Este enunciado conlleva algunas preguntas: ¿Realmente recordamos las normas ortográficas que en su día memorizamos? ¿De verdad desarrollamos la comprensión lectora con una lectura de dos páginas al principio del tema? ¿Podemos enseñar a escribir a partir de las actividades que planteamos? Está claro que el trabajo que se realiza en los centros educativos es productivo, pero, a su vez, se puede mejorar si damos más protagonismo a la lectura.

    La lectura es el eje vertebrador de la competencia lingüística. Leyendo asimilamos mucha más información de la que comunica el texto. La lectura nos ayuda a fijar mediante la memoria visual la ortografía. Los adultos mientras escribimos no vamos recordando las normas ortográficas, sino que nos guiamos por el recuerdo de como se escribe esa palabra. Leyendo hacemos nuestras muchas de las estructuras y expresiones de quién ha escrito el texto, aplicándolas en nuestra expresión oral y escrita. ¿A caso no es verdad que los escritores, antes de serlo, han leído mucho? Leyendo, mejoramos la comprensión lectora, especialmente si accedemos a textos de distinta tipología y nivel. Leyendo enriquecemos nuestro vocabulario y consolidamos el que ya tenemos. Leyendo nos acercamos a la cultura, sobretodo si consumimos buena literatura.

    ¿No os habéis fijado que aquellos alumnos que leen mucho tienen una destacada competencia lingüística?
    Lectura: eje vertebrador de la competencia lectora

La formación de los escolares en materia de lengua acostumbra a organizarse en los siguientes bloques: lectura y comprensión, gramática, ortografía y expresión escrita. En ocasiones se complementa con vocabulario y literatura, aunque esta última tiene escasa presencia en la educación primaria y la justa en secundaria.

Generalmente, los libros de texto siguen esta misma estructura, empezando por la lectura de un texto, seguida de ejercicios de comprensión del mismo. A continuación gramática, un nuevo tipo de palabra y ejercicios. Después la ortografía que introduce una norma ortográfica y plantea más ejercicios de aplicación. Y, finalmente, un par de páginas dedicadas a la expresión escrita. Los centros educativos que prefieren trabajar con materiales propios, por lo general, tienden a replicar esta misma estructura, influenciados por la educación que en su día recibieron esos maestros y por la organización clásica de las clases de lengua.

Sin embargo, la competencia lingüística requiere simple y esencialmente una buena capacidad para comunicarse. Un alumno con una buena competencia lingüística es capaz de comunicarse con un buen nivel de expresión oral y escrita y es capaz de leer y comprender textos de distinta tipología, todo ello con un uso adecuado de la lengua desde el punto de vista normativo y estructural. Este enunciado conlleva algunas preguntas: ¿Realmente recordamos las normas ortográficas que en su día memorizamos? ¿De verdad desarrollamos la comprensión lectora con una lectura de dos páginas al principio del tema? ¿Podemos enseñar a escribir a partir de las actividades que planteamos? Está claro que el trabajo que se realiza en los centros educativos es productivo, pero, a su vez, se puede mejorar si damos más protagonismo a la lectura.

La lectura es el eje vertebrador de la competencia lingüística. Leyendo asimilamos mucha más información de la que comunica el texto. La lectura nos ayuda a fijar mediante la memoria visual la ortografía. Los adultos mientras escribimos no vamos recordando las normas ortográficas, sino que nos guiamos por el recuerdo de como se escribe esa palabra. Leyendo hacemos nuestras muchas de las estructuras y expresiones de quién ha escrito el texto, aplicándolas en nuestra expresión oral y escrita. ¿A caso no es verdad que los escritores, antes de serlo, han leído mucho? Leyendo, mejoramos la comprensión lectora, especialmente si accedemos a textos de distinta tipología y nivel. Leyendo enriquecemos nuestro vocabulario y consolidamos el que ya tenemos. Leyendo nos acercamos a la cultura, sobretodo si consumimos buena literatura.

¿No os habéis fijado que aquellos alumnos que leen mucho tienen una destacada competencia lingüística?

sábado, 28 de septiembre de 2013

Interesante: Bullying


No tenemos un colegio en los que abunden estos casos y nuestros niños son pequeños, pero nunca está de más que les enseñemos a no meterse con los mas pequeños y a defenderse si se meten con ellos. Tenemos que ser sus amigos y confidentes como padres que somos y ganarnos su confianza ahora.


Como deben actuar los padres ante un hijo acosador:
Tienes y debes acercarte a tu hijo, hablá con él.
Relaciónate más con los amigos de tu hijo y observa qué actividades realizan.
Una vez que hallas creado un clima de comunicación y confianza con tu hijo, pregúntale el porque de su conducta.
Si comprobaste que tu hijo es un acosador, no ignores la situación porque seguramente se agravará, calmadamente busca la forma de ayudarlo.
Jamás debes usar la violencia para reparar el problema. Violencia genera violencia, ¿donde esta la solución? . Tampoco culpes a los demás por la mala conducta de tu hijo.
Nunca dejes de demostrarle amor a tu hijo, pero también debes hacerle saber que no permitirás esas conductas agresivas e intimidatorios, deja muy claro además las medidas que se tomarán a causa de su comportamiento y en caso de que continúe de esa manera.
Cuando se detecta un caso de bullying, los padres del niño deben trabajar conjuntamente con la escuela para resolver el problema de una forma inmediata. Habla con los profesores, pídeles ayuda y escucha todas las críticas que te den sobre tu hijo. Mantente informado de como la escuela esta tratando dicho caso y los resultados que se estan obteniendo.
A través de la comunicación con tu hijo podrás darte cuenta de sus gustos y aficiones, canaliza su conducta agresiva por ese lado; si por ejemplo le gusta el futboll inscríbelo en un club deportivo, si le gusta tocar algún instrumento llévalo para que tome clases.
Crea un ambiente en tu hogar donde el chico se sienta con la confianza de manifestar sus insatisfacciones y frustraciones sin agredir . Enséñale buenos modales.
Debes enseñarle a tu hijo a reconocer sus errores y a pedir disculpas a quienes les halla hecho daño, elogia esa buenas acciones.